05 enero 2009

Hipotálamo en amores


Por Margarita Reina.

La ranita esnobita

Denisse Navarro

La Ranita Esnobita cantaba en su estanque con mucha felicidad:
‑kerouac, kerouac, kerouac.
Pasaron seis días y siete noches y la Ranita Esnobita no dejaba de cantar:
‑kerouac, kerouac, kerouac.
Hasta que un buen día, después de croar y croar, gritó:
‑ ¡Me aborroughs, estoy artaud, ésta situación me enerval, pavese que es interminable!
Entonces la Ranita Esnobita se lanzó al estanque para terminar su sufrimiento de una vez por todas y ¡plath!– cayó ‑.

Poemas de José Chapa

José Chapa

Confesión

Amo la soledad con que esta casa queda firme,
amo el silencio: enjambre de motores tranquilos,
a las mujeres que en lugar de pupilas
tienen abismos de manglar, vidrio roto,
a los hombres que llevan su cansancio
escondido en la garganta,
a los de ningún sexo, también,
que siempre están huyendo del mar.

Amo todos los restos del incendio controlado que es la vida,
y el amor con que los amo
es granizo acumulado en las banquetas.

Lo que no puedo amar, por más que quiera,
es la necesidad de encontrar mi propio rostro
entre todas esas cosas,
como si la hierba o el asfalto humedecido
fueran fáciles espejos.



Itinerarios

Para el Woolrich.

Jaime y yo somos el mismo.
Nuestros ojos son cafés como el exilio,
nuestra voz desordenada
como ese tumulto de piedras diminutas que es la noche.
Ambos esperamos la misma cosa, siempre:
un pájaro estrellado en nuestros sueños respectivos,
una muchacha que ofrezca la hostia de su cuerpo,
un padre que llegue en tren con una caja de regalos.

La diferencia es que él
sí sabe evocar esos incendios:
entre cada palabra suya
una mujer doblando las rodillas,
una pluma de paloma,
el delirio reposado y repentino
de quien descubre que ya nadie viaja en tren.


Sequía


Ni una mujer que conozca las raíces de mis ojos,
ni una rubia que guarde en su liguero
un papel doblado con mi nombre.

Hay tanto mito de ciruelas en sus cuerpos,
tanta violencia lúbrica en sus labios, nenas,
que el no tener a ninguna de ustedes
resulta peligroso.

Se parecen demasiado al agua,
son formas apócrifas de ella,
de la tristeza prolongada
y de los patios con un olor a higos.


Página en blanco

Ayer me dijiste que te sentías decepcionado
porque en tu piel no hay espacio suficiente
para tatuar todas las cosas del mundo.
Que si por ti fuera, en tu espalda
imprimirías con tintes de rojo y amarillo
el rostro de tu madre.
Una catedral destruida en tu rodilla,
el baile nervioso de los muchachos
en la planta de tus pies.
Las ciudades donde siempre cae la nieve
las dibujarías en el lado izquierdo de tu pecho,
el mar sobre tu lengua,
el nombre de la misma mujer
en cada uno de tus dedos.
Que harías de tu cuerpo el recuento
de todas las fotos que tomas en sueños.

Qué pena, dijiste,
ni la memoria ni mi carne bastarán.

El puente y Las 29,220 páginas

Alfonso Montoya

El puente


Extiendes tu mano hacia mí como si fuera un puente. Creo en su estabilidad, en la destreza de su arquitecto, en su sempiterno desdén para con el río. Y me convenzo de que es seguro cruzar. Mientras, afuera en la calle, los niños dicen y cantan que el puente de Londres va a caer, se va a caer, mi bella dama.



Las 29,220 páginas

Existió en Arabia un terrible volumen con 29,220 páginas. Lo poseía una dinastía y lo heredaban al primogénito en su vigésimo cumpleaños. Al heredero se le hacía la advertencia de mirar una sola página por día y en estricto orden, es decir, sin omitir ninguna. Cumplida la costumbre, sultán y príncipe compartían el libro y el gobierno hasta la muerte del primero. En la portada, escritas con delicada caligrafía, estaban las únicas letras del ejemplar; hablaban de sabiduría y temple de espíritu; aunque nadie recuerda las palabras exactas. Cada página era un finísimo espejo. El último príncipe de la dinastía, ignorando las advertencias, abrió el libro por el final apenas lo hubo recibido. Se vio a si mismo enfermo y viejo; asustado, dejó resbalar entre sus manos el pesado volumen. Y el príncipe cayó muerto en el momento en que las páginas se estrellaban contra el suelo del palacio.

Juego de ninfa

Denisse Navarro

Dafne, disfrazada de sol, llegó con toda su furia sobre la espalda de Apolo cuando leía el olor de las magnolias; cuando aplastaba con los dedos las dulces jacarandas sólo para ver salir la leche de sus senos maternales.
El sol vino a posarse furtivamente sobre las hojas blancas y con sus rayos encendió el papel, en los ojos de Apolo aparecieron monstruos verdes y rojos que reptaban en las ramas grises, sobre su tronco de mármol y quiso tomarlos, quiso estrangularlos para que ella no le robara su noche, para estar obscuramente solo.
Dafne, con sus raíces de carne, multiplicaba con ahínco aquellos seres amorfos verdicrueles rojinmundos que lo cegaban y ya Apolo no pudo escapar y ya tuvo que encender su espalda, carbonizar su garganta para que ninguna cabeza brillante lo fuese a perseguir.

Juego entretejido

Carlos Chávez

Los caminos llegan convertidos en mariposas que rápidamente se disipan con el juego de los ojos: para hacer más exactos esa cotidiana y misteriosa contrición de ósculos, recordemos a la pareja acostada, uno sobre el otro, en aquel prado que permanece fresco en la memoria, sin reparo en que el pasto es de fibra de algodón o poliéster, que no era cama sino hamaca y esas nimiedades que sirven para agrandar o confortar el ritmo envolvente en vilo de besos, vahos, y brisas viscerales. Entonces aún diferenciamos dos figuras cuyas líneas ya vacilan, en uno de los rostros se hunden dos pozos profundos, ávidos de formas, ciegos de luz, caminan en arañas engendradas desde la primera mirada; han logrado tejer un letargo transparente de visiones: allá el buró, la pared, varios cuadros y uno no tan hondo que muestra los demás edificios donde otros pozos esperan por igual el regreso de las arañas en acecho pasivo de alguna ingenua mosca… más aquí ya se asoma una juguetona, se detiene y vuelve a emprender el vuelo; ha logrado escapar, pero de forma diferente atisbó con curiosidad el entramado de la telaraña, la madriguera permanece dócil, expectante de la inminencia que las fuerzas exteriores han logrado empujar: quizá fueron un bomboncito de palabras, talvez suculentas carnes puestas a dorar, acaso sólo fue una brizna que la empujo hasta el corredor y de ahí al cuarto y luego no más que esperar. La telaraña dibuja el camino del coleóptero cuando se estremece algún hilo y hace danzar con un brillo el camino de piel desnuda y sebosa. Ya se tiene, sólo falta la exacta decisión, imperativo hormonal, de volverse a posar. Cuando lo hace, la araña repta con extrema velocidad alcanzando a la mosca hipnotizada por detrás, se engulle con facilidad, cumpliendo el expreso deseo de la mosca firmado con un acuerdo tácito al momento de su muerte; no podemos negar que sabía de la araña corriendo a toda furia, que sintió los meneos de la telaraña con raro regocijo, inclusive que vio en aquel pozo pulido de espejo su figura trémula que exudaba confortable miedo. Ante la cruda visión de supervivencia, al ojo no le queda sino cerrarse por instantes, en un parpadeo monótono y olvidarlo todo degustando paciente la misma telaraña.

Canicas y Besos

Samuel Cortés Hamdam

Canicas

I

No mirabas
.................. y una vez te tomé
con las dos manos la mano

ya para entonces huevecillo


II

Al ciego lo mueve la Sed
Te escucho porque lates
y respiras

Te escucho palpando
Eres hermosa y cuidadosa


III

Yo sólo he hablado
en reflejos de espejo a espejo
y de sombra a sombra
Y aun, te he cantado
sobre la oreja —poluta
de nieve— hasta tornarla
con el calor de mi voz

trozo de sandía


IV

¿Cuáles son las palabras
más hermosas del mundo:

vientre calor danza tetera fuselaje?

Con tu mano vienes y quemas mi boca


V

«¿Será que algo perdieron
las olas y por eso vuelven?»
dices
mientras
caminas
........... tierra adentro


Besos

Los besos, corazón, más que sonar y revelarnos una fortaleza interna, de pasillos largos,
y oler
y cantar
y disponer la fruta e inventar el jugo;
esas piedras azules y sílabas llenas de estrella,
antes que durar inaugurando una infinitud
y penetrar en lo líquido que reposa y pervive en nosotros,
provocándolo,
.................... esos bichos rebosantes,
más que refrescar o dar de beber, salvando, nutriendo,
e inventar un ciego, noble y profundo silencio,
.................................................................. corazón
(te lo juro por la luna que, hasta hoy, es mi única patria),
sólo deforman la cara.

Poemas de Bob Kaufman

Traducción de Svetlana P. Garza


El Jazz del Bagel Shop

Gente sombra, proyectada en las paredes de la cafetería.
Ecos formados de la memoria de una generación pasada
Golpeando hacia el ahora.

Criaturas del anochecer, comiéndose unas a otras
Sobre una ruidosa taza de café.

Chicas ojos de mora en medias negras,
Oliendo vagamente a gelatina de menta y al músico que anoche
tocaba los bongoes.
Haciendo observaciones profundas sobre las formas de los ombligos,
Preguntándose cómo la breve semana de atardecer
Se convirtió en larga noche de la gran avenida,
Amor teñido, Ángeles beat,
Condenados a ver sus sueños de café
Machacados contra los suelos del tiempo,
Mientras ellos arrojan sus piernas flechas
A los cielos,
Perdiendo sus dudas en el beat.

Sujetos ángel de cuello de tortuga, sujetos pelinegros de jeans,
Con mandíbulas de césar y ojos de sinagoga,
Viajeros del mundo en el autobús cuarenta y uno,
Mezclando el jazz con charla de pintura
Renta alta, Bartok, asesinos clásicos,
La escasez de hierba y el ajetreo de anoche.
Perdidos en un mundo de sueño,
Donde el tiempo se dice con un latido.

Universitarios de Ivy League con rostros de cafeína, en chaquetas de Cambridge,
Cuyo Harvard personal fue un peldaño del distrito Fillmore,
Pesado con un par de congas,
La cruz ancestral, la maldición tendida por Otelo,
Hablando de Bird, y Diz y Miles,
Las terribles, secretas heridas,
Envueltas en tibias sonrisas hipster,
Diciéndose a sí mismas, debajo de la charla,
Este shot será el último,
Deseando que el beat sea la verdad.

La policía culpable llega.

Breves, hermosas sombras, se queman en las paredes de la noche.



EN

En prisioneras esquinas de deseos embriónicos, ahogadas en una gota de heroína.
En prisioneras esquinas de vuelos estacionarios para sonar los bolsillos llenos en el espacio.
En neuro-esquinas de cerebros desnudos y desesperados electro-cirujanos.
En alcoholizadas esquinas de discusiones inútiles y cronísticas crudas.
En televisivas esquinas de literarios cornflakes y rockwells América impotente
En universitarias esquinas de intelecto a la medida y abrecartas griegos.
En militares esquinas de muertes megatónicas y anestesia universal.
En religiosas esquinas de quintillas teológicas y
En radio esquinas de grabaciones eternas y eventos estáticos.
En publicitarias esquinas de helados con filtro e instantáneos instantes.
En adolescentes esquinas de seducción de libros de comics y guitarras corrompidas.
En políticas esquinas de candidatos buscados y mentiras rituales.
En cinematográficas esquinas de lassie y otros símbolos.
En intelectuales esquinas de terapia conversacional y miedo analizado.
En periodísticas esquinas de encabezados sexys e historietas escolares.
En divididas por el amor, esquinas de -muera ahora pague después- funerarias.
En filosóficas esquinas de criminales semánticos y traficantes de ideas.
En clasemedieras esquinas de pubertad de escuela privada y revueltas anatómicas.
En ultra-realistas esquinas de amor en montañas rusas abandonadas.
En esquinas de poetas solitarios, de hojas que yacen por lo bajo y de ojos de profetas enmohecidos.


Estos poemas han sido recientemente publicados por Editorial Laberinto, en una edición bilingüe de poesía de Bob Kaufman titulada "Trozos de mi".

Naturaleza muerta


Por Margarita Reina