05 enero 2009

Poemas de José Chapa

José Chapa

Confesión

Amo la soledad con que esta casa queda firme,
amo el silencio: enjambre de motores tranquilos,
a las mujeres que en lugar de pupilas
tienen abismos de manglar, vidrio roto,
a los hombres que llevan su cansancio
escondido en la garganta,
a los de ningún sexo, también,
que siempre están huyendo del mar.

Amo todos los restos del incendio controlado que es la vida,
y el amor con que los amo
es granizo acumulado en las banquetas.

Lo que no puedo amar, por más que quiera,
es la necesidad de encontrar mi propio rostro
entre todas esas cosas,
como si la hierba o el asfalto humedecido
fueran fáciles espejos.



Itinerarios

Para el Woolrich.

Jaime y yo somos el mismo.
Nuestros ojos son cafés como el exilio,
nuestra voz desordenada
como ese tumulto de piedras diminutas que es la noche.
Ambos esperamos la misma cosa, siempre:
un pájaro estrellado en nuestros sueños respectivos,
una muchacha que ofrezca la hostia de su cuerpo,
un padre que llegue en tren con una caja de regalos.

La diferencia es que él
sí sabe evocar esos incendios:
entre cada palabra suya
una mujer doblando las rodillas,
una pluma de paloma,
el delirio reposado y repentino
de quien descubre que ya nadie viaja en tren.


Sequía


Ni una mujer que conozca las raíces de mis ojos,
ni una rubia que guarde en su liguero
un papel doblado con mi nombre.

Hay tanto mito de ciruelas en sus cuerpos,
tanta violencia lúbrica en sus labios, nenas,
que el no tener a ninguna de ustedes
resulta peligroso.

Se parecen demasiado al agua,
son formas apócrifas de ella,
de la tristeza prolongada
y de los patios con un olor a higos.


Página en blanco

Ayer me dijiste que te sentías decepcionado
porque en tu piel no hay espacio suficiente
para tatuar todas las cosas del mundo.
Que si por ti fuera, en tu espalda
imprimirías con tintes de rojo y amarillo
el rostro de tu madre.
Una catedral destruida en tu rodilla,
el baile nervioso de los muchachos
en la planta de tus pies.
Las ciudades donde siempre cae la nieve
las dibujarías en el lado izquierdo de tu pecho,
el mar sobre tu lengua,
el nombre de la misma mujer
en cada uno de tus dedos.
Que harías de tu cuerpo el recuento
de todas las fotos que tomas en sueños.

Qué pena, dijiste,
ni la memoria ni mi carne bastarán.

2 comentarios:

  1. Chapa, què bueno encontrar un lugar donde leerte, un abrazo, Luna.-

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  2. hola! pues aquí ando viendo este link que pusiste en el face je je
    Tienes imágenes padres! me gustó el último poema. Pero te soy sincera, al primero no le entendí.
    :-(
    ME gustó tu actitud hoy. Que bueno que tuviste iniciativa!
    saludos!

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